"AMOR, DOLOR Y VICEVERSA"
Dicen que las historias se escriben con la parte trasera de un lápiz y es real que todo esto lo he borrado unas 500 veces antes de dejarlo plasmado al fin. No porque ahora crea que sea mejor que las veces anteriores, sino porque me resulta necesario hacerlo y si espero a que parezca perfecto, jamás lo será.
[Antes, querido(a) lector(a) te debo advertir que si estás buscando un relato sobre el número de veces que he llorado en posición fetal dentro del baño suplicando que termine la guardia, este no es ese tipo de ensayo, así que a partir de ahora puedes continuar leyendo o regresar más tarde...]
Durante 3 meses de estancia en esto que llamamos internado me he percatado de algunas cosas que no tienen que ver al cien con la medicina y no por ello son menos valiosas, por el contrario, en esta época en la que vivimos tan deprisa pasamos por alto ciertas situaciones que a la larga nos resultarán tan útiles como la vida misma y cualquier conocimiento que adquiramos de ella. No, no estoy alardeando, no por ello creo que sea mejor que nadie, al contrario, entre más observo más pequeña e inexperta me siento y entre más aprendo, considero que es más lo que me falta por saber.
Y es que al trabajar en ello, me resulta complejo comprender cómo fue que dejamos de ver la vida como lo que verdaderamente es, un milagro; no en el sentido religioso, porque cada quien es libre de creer o no, en cualquier cosa que desee, pero, si cuidadosamente googleamos la palabra "milagro" encontraremos que entre muchas otras definiciones está esta que es la que más ha llamado mi atención:
Palabra derivada del verbo mirari, que significa «admirarse» o «contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción».
Sí, la vida es eso, algo que debemos contemplar con asombro para poder ver más allá de lo superficial y lo simple; pero tenemos nuestros pies tan puestos dentro de sus zapatos que hemos dejado de admirar como corresponde a algo tan maravilloso, la damos por sentada y así mismo evitamos entenderla, no creemos que sea necesario porque nos preocupamos por intentar descifrar todo, menos aquello en lo que desarrollamos nuestra existencia.
Cada vez que un niño está a punto de nacer y su parturienta madre se queja a gritos de dolor, intento tranquilizarla haciendo a todas ellas la misma promesa.
- Señora, le prometo que en cuanto nazca su bebé todo esto se le va a olvidar.
A sabiendas de que me podrán reclamar el hecho innegable de que existen ciertas circunstancias bajo las que este proceso es resultado de un suceso no deseado y no siempre todo es miel sobre hojuelas, he decidido enfocarme en el lado bueno de las cosas por dos simples razones, la primera de ellas es que si bien es cierto que la mediocridad nos empuja a pensar que la vida podría ser peor, pocas veces notamos que la vida también podría ser mejor y la segunda, por algo llamado libre albedrío o como dicen en mi pueblo, porque se me dio la gana.
Bien pues, continuando con la importancia de cumplir una promesa, hasta ahora ni una sola vez he fallado, y no es magia, es amor. Un amor que yo no puedo sentir, pero que admiro gracias a la oportunidad que me ha dado el tiempo de observar los rostros, los gestos y el cambio de actitud que tienen aquellas mujeres que 5 minutos antes sentían que la vida se les iba cuando en realidad la estaban dando.
¡Y entonces sucede! No importa nada más, es como si el resto del mundo se desvaneciera, los gritos se transforman en sonrisa y si pudiera, apostaría por que las lágrimas se tornan dulces. Hasta ahora no he visto un brillo más sincero que el de los ojos de una madre que ve por primera vez a su hijo; esto lo sé así como también sé que no todo ha terminado, las molestias no se han ido y aún va a doler un poco más, porque ya estuve de ese lado y no todo es hermoso, pero ella no lo sabe, ella olvida todo por unos instantes, deja de sentir dolor y lo intercambia por un sentimiento aún más grande. No, no lo entiendo, pero lo he visto y eso basta para saber cuán importante es poder llevar sano y salvo a un niño a los brazos de su madre y jurar que no me canso de contemplar aquella fascinante escena una y otra vez.